El tecalitlense Federico Enrique Ochoa y Ochoa, hijo de terratenientes que heredaron ingenios azucareros en Jalisco y Michoacán, educado en Europa y Estados Unidos, incursionó en los toros, el teatro y el matrimonio; mientras que dilapidaba la sólida fortuna familiar amasada por diez generaciones de trabajo y trescientos años de ahorro. Alrededor de sus 40 años, cuando se dio cuenta de que no le quedaba un centavo de su fortuna, se vistió de payaso—con la cara enharinada y ropa de mojiganga—y decidió dedicarse de tiempo completo a hacer reír a los niños.

Juan Guzmán,
El payaso Firulais entretiene a niños en un barrio pobre de la capital,
Ciudad de México,
1955,
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