A finales de la década de 1940, además de los cincuenta mil hombres que manejaban otros tantos vehículos (automóviles, tranvías, camiones de carga y de pasajeros), tres millones de capitalinos transitaban, a pie o en transporte público, la Ciudad de México. Como peatones:
[…] antes de cruzar una calle rezan un Padre Nuestro, porque el corto espacio que separa a una acera de la otra, requiere un poco de resignación, otro de presencia de ánimo, dotes de equilibrista, afición al toreo, piernas ágiles para correr y firmes para detenerse rápidamente, según sea el caso.
Estas palabras aparecieron en Mañana en el reportaje “En donde no cabe un alfiler, bien caben dos ruleteros” (19 de julio de 1952). Se editó esta imagen con un pie que inicia con un “¡Olé! Si el Dr. Alfonso Gaona encuentra a este señor, de seguro le da un contrato para la Plaza México”.